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viernes, 5 de diciembre de 2014

Los riesgos que sorteó Baumgartner

Decía Douglas Adams en su impagable Guía del autoestopista galáctico que volar era un arte fácil, que solo requería una habilidad: aprender a arrojarse contra el suelo… y fallar. El domingo, Félix Baumgartner consiguió aplicar esa receta al menos durante 10 interminables minutos. Voló mucho más alto y más rápido que cualquier avión comercial, protegido solo por un traje a presión similar al de un astronauta. Con ello consiguió batir dos de las tres marcas que se había propuesto: salto desde máxima altura y máxima velocidad de caída; el tercero no pudo ser y sigue en poder de Joseph Kittinger, quien lo estableció allá por el año 1960.

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